Editorial: | |
Año de edición: | 2025 |
Páginas: | 368 |
P.V.P. | 21,90 euros |
Traductor: | Yara Trevethan |
Opinión personal:
Como historiadora del arte, no podía dejar pasar esta novela
de ficción histórica que mezcla el universo creativo de este célebre pintor con
un amor imposible.
En el idílico pueblo francés de Auvers-sur-Oise, durante el verano
de 1890, Vincent van Gogh pasó sus últimos meses de vida. Tras abandonar el
psiquiátrico, su hermano y mecenas, Theo, confió su cuidado al doctor
Paul Gachet, un médico homeópata con experiencia en tratar a otros artistas, que
además era pintor aficionado y un ávido coleccionista de arte.
La autora materializa esta última etapa de la vida del pintor
a través de la voz intimista de Marguerite, la hija del médico encargado de
atenderlo. Una joven sensible y discreta, sometida a la férrea autoridad de un
padre que la consideraba más una criada que una mujer llena de esperanza y con
sueños propios.
Seremos testigos de cómo el artista se va consumiendo,
atrapado entre la depresión y el impulso creador. Después de tratar tímidamente
con él, Marguerite quedará deslumbrada por la pasión con la que se entrega a la
pintura. Entre ambos surge una relación tejida de silencios y sesiones de
posado que permiten a la joven descubrir el poder del arte y un deseo de
libertad que llevaba tiempo dormido. Mención aparte merece el personaje de Louise-Josephine,
alguien que le abrirá los ojos a nuestra protagonista.
Lo más notable es que mientras leía, me descubrí
interrumpiendo la lectura para buscar las obras que se mencionan, tratando de
ver con mis propios ojos aquello que los personajes contemplaban, en particular
los retratos de Marguerite. Esa interacción convirtió la experiencia lectora en
un diálogo entre literatura y pintura, entre la palabra y la imagen. No hay que
olvidar que, en ese corto periodo, Van Gogh llegó a pintar más de setenta
obras, impulsado por una energía casi febril.
En definitiva, esta no es solo una novela de ficción histórica
aderezada con sutiles pinceladas de romanticismo, sino una experiencia didáctica
que me ha recordado mis tiempos universitarios y se disfruta tanto como
contemplar una obra pictórica.
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