Editorial: | |
Año de edición: | 2025 |
Páginas: | 400 |
P.V.P. | 23,90 euros |
Sinopsis:
Verano, 2022. Bilbao. La muerte en extrañas circunstancias de un excompañero y las incongruencias de la versión oficial llevarán a Ander Crespo y al Grupo 4 de homicidios a tomar un papel activo en la resolución del caso. En paralelo a esto y de forma oficial se verá involucrado en esclarecer una serie de asesinatos rituales y las desapariciones de mujeres vinculadas a un culto siniestro. Y descubrirá que un político muy relevante del Gobierno vasco puede estar implicado en estos sucesos trágicos.
Fuente: web de la editorial
Opinión personal:
Hace exactamente un año reseñaba Solsticio de invierno,
la primera entrega de la Trilogía del Solsticio que me dejó con la sensación de
estar ante un escritor que sabía exactamente qué quería contar y cómo hacerlo.
Hoy vuelvo de nuevo a ese Bilbao que Unai Goikoetxea dibuja siempre con la
misma puntería, la de una ciudad turbia, para meter de nuevo al inspector Ander
Crespo en un avispero del que es imposible salir sin rasguños. Y, creedme,
Crespo es de los que ya vienen con cicatrices de fábrica. Un thriller que no
concede tregua y he devorado en apenas dos días.
La historia se desarrolla en plena Semana Grande bilbaína,
con ese calor pegajoso y sofocante que parece amplificar el ruido y el
desconcierto. Ander Crespo intenta mantenerse en pie tras la muerte inesperada
de un excompañero del Grupo 4 de Homicidios. Lo que las autoridades consideran
un suceso cerrado alberga demasiados detalles que no encajan y todo apesta a
encubrimiento. A su equipo le asignan el caso de tres influencers vascas que
han intentado quitarse la vida en directo, frente a miles de seguidores. ¿Qué
puede llevar a estas chicas sin aparentes problemas personales o económicos a
cometer un acto tan devastador?
Aunque me anticipé demasiado pronto a cuál sería el
desenlace, la subtrama de las youtubers no es la más sorprendente pero sí es una
de las más incómodas. Goikoetxea utiliza este caso para hablar, sin paños
calientes, de manipulación mediática, vulnerabilidad juvenil y de ese altavoz
emocional que son las redes sociales.
Ambas líneas se entrelazan mientras Crespo libra sus propias
batallas personales. El inspector emerge aquí más frágil y más decidido que
nunca, intentando sostener su brújula moral incluso cuando el mundo que le
rodea parece empeñado en desorientarlo. Carga con la muerte de un compañero y con
la sensación de que nada termina de saldarse.
Oscuridad sin sombras es la segunda pieza de un complejo puzle y es indispensable
haber leído la entrega anterior, con la que guarda estrecha relación. No porque
esta novela no se sostenga por sí sola, sino porque las heridas, las lealtades
y los silencios que arrastra el Grupo 4 de Homicidios forman parte de un relato
mayor que comenzó tres años atrás. Aquí, el pasado está compuesto de cicatrices
abiertas que no dejan de supurar.
Lo más potente de la novela no es únicamente su capacidad
para entretener, que la tiene y mucha, sino su vocación de denuncia. Corrupción,
manipulación mediática, vulnerabilidad juvenil, abuso de poder, son temas que
resuenan hoy en día con fuerza. El autor los filtra en la trama como un veneno
que circula silencioso por las estructuras del poder y la sociedad.
El ritmo está perfectamente calibrado. La tensión sube, baja,
se retuerce como una montaña rusa que te arrastra con la fuerza de las novelas
policiacas bien hechas y que nos recuerda que a veces la oscuridad más
peligrosa es la que no proyecta sombra.
En definitiva, si ya conocías a Crespo, no hace falta que te
diga nada, volver a él es como abrir la ventana en pleno invierno. Entra frío,
sí, pero espabila. Será una de mis mejores lecturas del año, de ahí que lo recomiende
encarecidamente, no te decepcionará.






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