Editorial: | |
Año de edición: | 2025 |
Páginas: | 192 |
P.V.P. | 17,90 euros |
Traductor: | Maria Rosich Andreu |
Opinión personal:
Si alguna vez has sentido que te llevas mejor con la
impresora de la oficina que con tus compañeros, esta novela te resultará muy
familiar. Si no lo has sentido, quizá
después de leerla empieces a mirarla con otros ojos. No digo que tengas que
hablarle. Pero tampoco digo que no.
En su debut literario, la autora nos presenta a una
protagonista sin nombre cuya voz intimista nos narra que vive atrapada en una
rutina monótona. Trabaja en una start-up, imprimiendo cartas como quien hornea
galletas, y mantiene una relación muy estrecha con su impresora. Sí, has leído
bien, la impresora. Ese aparato es una máquina que ya salió de fábrica pidiendo
vacaciones, con un tornillo mal puesto y, aun así, es más fiable que la mayoría
de sus compañeros de trabajo. La protagonista le habla como quien le revela
secretos al oráculo de Delfos, solo que el oráculo hacía menos ruido y consumía
menos tóner. El verdadero caos empieza cuando un paquete misterioso se pierde.
A partir de ahí, la protagonista entra en una espiral emocional que solo puede
describirse como un lunes perpetuo. Su alergia al estrés hace acto de
presencia y su dependencia emocional con la impresora se intensifica de manera
preocupante…
En esta novela, que se lee en apenas una tarde, Fien Veldman,
más allá del humor, hace una crítica sutil pero afilada sobre la precariedad
laboral, la deshumanización del trabajo, el aislamiento emocional y esa
tendencia cada vez más extendida de que nos relacionamos mejor con los objetos
que con las personas.
En definitiva, ¿vale la pena leer Xerox? Sí, pero con
matices porque es una novela diferente, un pelín delirante y tiernamente
absurda, y muy consciente de la precariedad emocional y laboral del mundo
moderno, con una protagonista que te cae bien precisamente porque está un poco
desubicada. Como todos los que sobrevivimos a la vida laboral contemporánea. Y
si después de leerla te sorprendes acariciando la impresora de la oficina, yo
no te juzgaré. La autora tampoco lo hará, aunque la impresora seguramente sí,
pero solo porque necesita mantenimiento.
Y como siempre digo, esta es la opinión personal de una simple lectora, no de una crítica literaria.






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